Ensayo sobre la montaña (III: Perdido en el bosque)

Siento que mis inhalaciones son cortadas en seco, como si una válvula prepotente impidiese el paso de aire hacia mis pulmones. Esa válvula tiene amo y señor: el miedo. Hace rato que mis brazos luchan frenéticamente contra ramas que se entrecruzan, con la ilusión desesperada de encontrar un claro donde pueda escapar por fin de esta ceguera insoportable. Y acá debo hacer una aclaración: la ceguera no se debe a falta de luz sino a que tener ojos me es completamente inútil. ¿De qué podrían servirme esas esferitas gelatinosas si en todas las direcciones el paisaje se repite: sucesiones infinitas de ramas que se terminan perdiendo entre ellas mismas?.

El miedo logra adueñarse del ritmo de mi respiración, pero la jauría de perros salvajes que largó para destrozar mi claridad mental por ahora no pudo saltar la muralla (que estoy considerando seriamente cambiarle el nombre a murallita) que erige mi razón. Aún así, mi claridad recibe únicamente estímulos debilitadores: estoy lejos de todo, encerrado en las garras de un bosque que amenaza con sofocarme, y como si todo esto fuera poco, mi imaginación paranóica se aprovecha del misterio que el bosque se reserva por ser un territorio desconocido para llenarme la cabeza de posibilidades nefastas: insectos malignos que caminan por mi cuerpo, animales feroces que se aparecen súbitamente detrás de la espesura de las hojas para atacarme.

De repente, salgo despedido del bosque y aterrizo en un llano de hierbas. En el piso, sin estar preparado para ello, soy víctima de un estallido de risa. La risa me recorre como un río de agua tibia, llevándose consigo cualquier residuo que haya dejado el estrés provocado por el miedo y el continuo estado de alerta. El río de risa me inunda de alegría. Este estado de éxtasis es común a todas las salidas de situaciones problemáticas, donde las carcajadas, o en algunos casos las lágrimas, se hacen cargo del cúmulo de tensiones propio de la situación dejando en su lugar un estado de total felicidad.  Y puede sonar paradójico que las lágrimas puedan interpretar algún papel en esta situación feliz, sin embargo, ¿quién no ha llorado en aquella película, cuando aquél chico que lo padeció todo, por fin logró el beso tan ansiado de la chica de sus sueños?.

One thought on “Ensayo sobre la montaña (III: Perdido en el bosque)

  1. Franco, me gusta mucho el texto que escribiste, mezcla de ficción y crónica, en tanto arma una atmósfera de desesperación y encierro. El suspenso y el humor marca todo un estilo. Está muy buena la prosa poética que elegis para narrar. Quiero leer más.
    Marcela

Leave a comment